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Editorial.

Hoy estamos enfrentados en el mundo a una crisis de gobierno y de gobernanza: la guerra de Ucrania; es decir, una guerra en el Centro de Europa, con tanques y bombas, el recrudecido enfrentamiento palestino-Israelí y la crisis humanitaria en Gaza, el conflicto en Medio Oriente, los enfrentamientos armados en Sudán, los potentes enemigos de la sociedad abierta, el continuismo gubernamental, los populismos de izquierda y derecha, la crisis climática y la discusión sobre si habrá una guerra por los recursos: guerra por el agua, por el petróleo, el litio, el coltan, el cobre etc. A medida que se intensifica esta crisis climática y aumenta la población mundial, se nos señala a cada momento que nuestro futuro está atado a una acelerada lucha por los recursos naturales, pero también, el fuerte impacto de la inmigración desaforada de ciudadanos y la revolución de la Inteligencia Artificial, entre otros. Habrá que esperar los resultados de muchos de los procesos electorales que se dan este año en la mayoría de los países del mundo y, en ese orden, como terminará la negociación y el relacionamiento de las dos superpotencias mundiales; China y Estado Unidos.

En la vecina república de Venezuela se llevó a cabo un proceso electoral con unos resultados aprobados por unos y cuestionados por otros, desde cualquier perspectiva y con fundamento en el respeto al principio de la autodeterminación de los pueblos y ante la controversia surgida, esperamos que sean los propios hermanos venezolanos quienes autónomamente y de manera democrática diriman en paz dicho conflicto.

A nivel nacional, el pasado 20 de julio se inició una nueva legislatura, lo que significa que el gobierno del cambio entra en tierra derecha en sus últimos dos años, en los cuales esperamos se materialicen muchas de las reformas sociales y propuestas programáticas que exige y reclama el pueblo y requiere Colombia.

A pesar de las inaceptables circunstancias y hechos de los escándalos de corrupción aparecidos en el “Gobierno del Cambio” y los cuales rechazamos y condenamos, a pesar de los costos e impacto político, seguiremos acompañando al gobierno y seguros que fundados en la crítica y la autocrítica y el acompañamiento de la mayoría de la sociedad colombiana, en la recta final del periodo presidencial, se corregirán las falencias, se enderezará el rumbo y la luz al final del túnel se hará más clara con el desarrollo y materialización de los objetivos del programa de campaña que propiciaron la llegada de Gustavo Petro a la presidencia de la república como un gobierno alternativo después de 207 años de mandatos de las élites tradicionales.

Para la realización de lo anterior, es necesario seguir trabajando por la posibilidad de un Gran Acuerdo Nacional, que establecerá las bases y soporte para que las reformas sociales que requiere con urgencia el país para su estabilización y desarrollo socioeconómico se aprueben en el Congreso de la República.

Imprescindible acompañar los anteriores propósitos con la superación de los antagonismos radicales e irreconciliables de intereses y avanzar en la construcción de consensos que posibiliten la superación de los problemas sociales que afectan a nuestra sociedad.

Ello requiere que, partiendo del reconocimiento de los errores y equívocos del gobierno del cambio, demostrar que, si se puede, rechazándolos, superándolos y avanzando por el sendero correcto. Urge que en lo que falta del mandato del gobierno alternativo, se efectivicen y materialicen dichos cambios, que lleguen a las regiones y al pueblo colombiano, y, esto necesariamente tendrá que ser acompañado con un contundente rechazo a la posibilidad golpista o un atentado contra el presidente Petro, el pueblo colombiano de bien que somos la mayoría, tenemos que movilizarnos para contrarrestar las violencias de todo tipo, la arremetida de las derechas y rodear al gobierno, en la perspectiva de darle continuidad a otro gobierno alternativo.