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Entre transicionar y transaccionar.

Hace algunas semanas descubrí un texto de Carolina Sanín titulado “El mundo sin mujeres”; me pareció tan sugestivo y bien escrito, que lo propuse a mis estudiantes como superestructura argumentativa, con el ánimo de reconocer la tesis y las premisas centrales que despliega la autora. No niego que me emocionaba, por lo demás, que advirtieran las estrategias discursivas que usa Sanín, por ejemplo, cuando dice que debemos notar que entre embarazado y embarazada como adjetivos, hay diferencias, pues “hombre embarazado significa estar embargado, incómodo, entorpecido y cargado pesadamente”, mientras que mujer embarazada, “además de incómoda, estorbada, impedida y molesta, significa que contiene un feto en el vientre, en un vientre que ningún hombre tiene”. Por otra parte, quería que se percataran de la diferenciación que hace Sanín cuando advierte que “vivir en un cuerpo" es distinto de “ser un cuerpo”. Y, por último, esperaba que entendieran la idea con la cual me identifico con Sanín: “Si el hombre que se presenta como hombre está gestando a un hijo, puede estarlo porque es una mujer, no un hombre…Sin embargo, se presenta como un hombre que puede concebir y dar a luz; como un hombre que -así como manda la regla gramatical del género en nuestra lengua- contiene a la mujer, y por tanto es mayor que una mujer”.

Quiero aclarar, antes de que se me desapruebe, que no soy homofóbica, pues defiendo los derechos de la comunidad transgénero y me parece que es de valientes salir del closet y construir una identidad de género o identidad sexual que es independiente del sexo biológico. Incluso, aunque me parece compleja, estoy a favor de la adopción de parejas del mismo sexo, siempre y cuando se privilegien los valores, la educación y la protección para los niños.

Transicionar se define como la “acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”. “Transgénero es un término global que define a personas cuya identidad de género no se ajusta a aquella generalmente asociada con el sexo que se les asignó al nacer”, según Human Rights. En el texto de Carolina Sanín, esta describe un video en donde un hombre trans casado con una pareja masculina tuvo un bebé. Cuando leí el texto con mis estudiantes algunas chicas expresaron su disgusto porque asocian a Sanín con el movimiento TERF (feministas que excluyen de la categoría de mujer a las mujeres trans). También señalaron que no le creen cuando dice que “defiende los derechos de los homosexuales o que acoge el derecho a transformar el propio cuerpo y a reformular la identidad propia”. Sentí que en sus apreciaciones sobre la columna se fueron por las ramas, y para que la leyeran objetivamente enfaticé en la tesis de la autora: “Si el hombre que se presenta como hombre está gestando a un hijo, puede estarlo porque es una mujer, no un hombre”, y también destaqué el fragmento en el que dice: “el caso del “hombre embarazado” me preocupa políticamente: la imagen de un hombre madre favorece ciertamente la idea de la futilidad de la mujer, y, sin temor a ser apocalíptica, me parece el augurio y la patencia de un catastrófico estado deseado desde hace mucho tiempo: el de un mundo sin mujeres. El del mundo feliz sin mujeres”. Lo hice porque desde hace tiempo vengo pensando en la idea de que, si se puede transicionar hacia el estado de mujer y construir un cuerpo de mujer y parir siendo hombre, entonces ¿qué es ser mujer?, ¿a quién le pertenecen la condición y el cuerpo de la mujer?

He leído afirmaciones del tipo: “El sexo masculino o femenino es una etiqueta que nos asigna unx doctorx cuando nacemos, según nuestros genitales y cromosomas”; y también posiciones como las bíblicas que dicen: “Dios los hizo así, físicamente diferentes, a fin de cumplir el mandamiento de Dios que era multiplicarse, de otra manera el mundo no podría haber progresado. Sin esas dos personas, varón y hembra, no pudiera existir descendencia”. Y me pregunto: ya que el sexo es una lotería genética, ¿en tal caso la naturaleza se equivoca algunas veces? ¿Será que deberemos inculpar a Nettie Stevens la científica norteamericana que contribuyó a la biología con su gran descubrimiento sobre la distinción entre el cromosoma X y el cromosoma Y?

Ahora bien, yo no tengo ninguna contrariedad con las personas que deciden transicionar hacia el sexo contrario, pues como lo he dicho antes me parece un acto heroico. No puedo reprocharles nada porque a veces yo me he sentido en cuerpo ajeno, habitando un organismo viejo y encorvado con múltiples cargas y miedos. No cuestiono de ningún modo la transición, pero no puedo darle crédito a las ideas seudocientíficas que abanderan algunas personas, por ejemplo, cuando aseveran como hecho el trasplante de útero hacia el cuerpo de un varón que deseaba ser madre; tal logro es verdadero, pero de mujer a mujer.

Ahora bien, algunas estudiantes afirmaron que los intersexuales pueden parir, por lo cual quise consultar la definición y las estadísticas. La intersexualidad consiste en la presencia en un mismo individuo de características sexuales de macho y de hembra, en proporción variable. Los censos señalan que la intersexualidad en humanos es relativamente rara, informan algunas fuentes que la prevalencia oscila entre el 0,018% y el 1,7%, y que, por lo general, afecta a una minoría de miembros de especies animales gonocóricas, como los mamíferos, aunque estos organismos suelen ser estériles.

Para finalizar, quisiera advertir que la palabra transaccionar en el ámbito político significa “negociar, pactar o convenir algo”. Con respeto al tema que he venido abordando quiero decir que respeto y acepto la transición de los cuerpos, de hecho, humana y psicológicamente me resulta un escenario muy místico, pero en lo que respecta a lo biológico como hecho científico, no voy a transaccionar mis certezas para darle gusto a aquellos que piensan que un hombre puede concebir un hijo, pues además de órganos externos como la vagina, la mujer puede hacerlo porque presenta otros internos como los ovarios, hormonas como estrógeno y progesterona, Trompas de Falopio, útero y cuello uterino. Algunos dirán que hombres trans lo han logrado, como Bennett Kaspar-Williams o Freddy McConnell, pero es preciso recordar que al nacer fueron mujeres. Mi punto es que al transicionar el sujeto se puede autopercibir como anhele, y yo lo apoyo, pero no tengo por qué estar de acuerdo con su sensación, sobretodo si no es coherente con la realdad científica.