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Escuela de perros.

En estos tiempos ultramodernos de pandemias, con alta tecnología de punta y vanguardias más allá de lo pensado, han venido tomando posición oficial en los grupos humanos, otros seres que ya caminaban con nosotros a través de la historia, formando parte del clan primigenio como parientes adoptivos al hogar, a la familia, en fin, unos más de la gran sociedad dados al intercambio, la comunicación y por qué no, de imprescindibles afectos para el intercambio y protección de intereses colectivos.

Me refiero, en el universo animal a los perros, esos inquietos y querendones amigos del hombre en primera instancia, ahora adorados por las mujeres y juguetonas mascotas para los hijos que comen, duermen y dan la vida por ellos.

Definitivamente en la dinámica de la existencia, lo único que prevalece es el cambio; a tal motivo los amantes de la naturaleza que defienden a ultranza el clima y el medio ambiente, dichos pares estudiosos que batallan contra aquellos demonios empecinados en destruir el planeta, a estos pacifistas y también ecologistas les llegó de las alturas la bendición de seguir protegiendo su causa, especialmente a los animalistas y para el caso en mención, nació en derecho suficiente apoyo normativo el continuar consintiendo a los traviesos gozques, los mismos que se mantienen con el hocico mojado, los andariegos de cuatro patas que como sombra y sin contrato cuidan día y noche de sus amos.

Pero bueno, aquí no vine a hablar de lo que muy poco entiendo, aunque fácilmente me apasiono por cuanto madre natura nos brinda en estos áridos espacios de hastío y descontrol emocional.

Focalizo mi comentario en el amor con quienes en el domicilio son cortejo y aún más ahora, cuando todo lo que se mueve en la plataforma de la tierra hay que protegerlo, haciéndolo de nuestro lado porque alguna función cumple en este reino, y ya se legisló para acercarlos al seno de los grupos sociales.

En nuestra institución educativa, la casa grande, somos una comunidad ambientalista, en la reiteración, animalistas, y ha venido tomando el curso para la academia desde hace varios años, la querencia con los fabricantes de ladridos, varios inscritos en el colegio, que llegaron sin los requisitos a la matrícula, y a veces, qué ironía, más obedientes que los mismos estudiantes; es obviamente otra manera de educar sin el discurso magisterial, distinto al de los abecedarios, pero enseñando con la religión de los silencios, los signos, los símbolos sin la orden perentoria de la instrucción al aplauso o a la prohibición, aunque siempre buscando enderezar los caminos torcidos, y encausando hacia la dirección del norte, allá donde el futuro no se espera, simplemente se construye con la inversión de los buenos modales en diarios progresivos.

Saliéndome unas cuantas líneas del asunto en mención, y con el debido respeto a las personas, referencio un parangón de conductas escolares, niño-can, en donde estos caninos en ocasiones se destacan por su juicio, disciplinados, incluso atienden los llamados cuando su comportamiento no es el adecuado; para mayores ganancias de los cachorros, ante la ausencia de vigilantes que por ningún costado asoman en los templos de cemento, irresponsabilidades de los gobiernos, estos nos prestan los servicios de porteros, guardianes y cuidan con la autoridad de propietarios en las noches aciagas, o de estrellas y luceros, mientras que dormilones celadores se van de largo en la profundidad de sus sueños.

A veces agresivos protestando contra las ofensas expresan su rebeldía por los ruidos que le producen los tambores, en su curiosidad se asoman en actos culturales, pero luego se distancian con los decibeles de la electrónica, pues, quizá les mortifican en las paredes de sus oídos, sonidos similares a los ruidos de la violencia que constantemente produce el estruendo de la pólvora.

Mucho de qué hablar y como conclusión, los "Perrunos" también son seres vivos, se dice que los excelentes educadores piensan demasiado, pero sienten muy poco, no es verdad, tal vez sea una equivocación del populacho, y es que los que no aman a los peludos, en ocasiones, por descuido los ignoran, olvidando que en este mundo existe un sitio para todos: Tolerancia para ellos mis queridos colegas, estamos en mora de reglamentarles el Manual de Convivencia, que de antemano sé que lo cumplirán al pie de la letra; entonces, apreciados maestros, pedagogía con pasión hasta el fin del sin confín; en la sociedad, para ambientalistas, ecologistas y animalistas que se desvelan por los gatos, aves, peces, ratones, flora y fauna, no se diga más, reciban mi admiración, felicitaciones, pero con una salvedad, y esto es de mi parte, de lejitos con las culebras, prioritariamente esas, las que se enroscan en casa, lo mismo con las que llegan intempestivamente a tocar en los portones buscando la plusvalía, con ellas, a leguas, a leguas de distancia.

Finalmente, sobre este tema de chandocitos, hay abundante tinta regada de expresión literaria; se han escrito, por mencionar algunas obras: "Los perros de la guerra", "La ciudad y los perros", "No oyes ladrar los perros", "y hasta hay escuelas de perros que les dan educación"