Nadie sabe el horario de los vuelos, esos que son definitivos
El reloj de su tiempo existencial se ha detenido mi estimado doctor José Eduardo Ortiz Vela. Intempestivamente a la velocidad del relámpago se regó la noticia de los malos infortunios; era el pregón su viaje al más allá, ahí donde levitan los iluminados a permanecer perpetuando su legado, precario anuncio que nos permeó el alma, y no con unas cuantas gotas de sufrimiento, sino que fue todo un diluvio de tristezas, en parientes y amigos.
No tuve el honor de conocerlo personalmente, pero nos encontramos a través del arte y la palabra: El periódico de sus pasiones, "MAESTROLegal", obviamente por intermedio de su colega, el abogado del Norte, José Rafael Carrillo Parada, quien me sirvió de puente para entablar comunicación, adentrándome en dicho propósito y congeniar desde la escritura con sus excelentes intenciones, culturizar en los reclamos con justicia y equidad, ante las instancias oficiales, herencia que usted nos deja a los educadores de Colombia, muy especialmente a provisionales, apóstoles en ejercicio y pares pensionados. .
Lamentable su partida, Dr. José Eduardo, un amante de las leyes, con habilidades creativas y el mejor de muchos, dado a exaltar aportes y alentando con su voz glorificar las bondades de la naturaleza, donde cosechó su mayor admiración hacia el volcán Galeras, y en esos cielos de cristales nativos, lluvia de espejos de tan famosa Laguna de La Cocha, donde sus partículas harán la rotación de los astros. .
De su Nariño Andino, por fortuna algo conozco, lo mismo de su Pasto, de sus hombres emprendedores, laboriosos, músicos, y hasta excelentes poetas; ahora acerco en la remembranza al del municipio de La Unión, Aurelio Arturo, y lo traigo a colación puesto que usted, doctor Ortiz Vela, a sus 61 años bien vividos en esta tierra y en su profesión, simplemente referencian las palabras que alguna vez recitara en uno de sus poemas el bardo en mención: "Los días que uno tras otro son la vida"; y sobre estas líneas, a manera de reflexión, incluso parodiando a Neruda, agrego lo siguiente: "Si nada nos salva de la muerte", al menos que MAESTROLegal, y ASLEYES nos salven de las arremetidas del gobierno. .
Esa corta pasantía por el planeta tal vez fue suficiente para plasmar huellas de un magnífico habitante de estos lugares, con incuestionable calidad humana; mi solidaridad a los suyos y anhelo que me alcance el aliento para una mañana cualquiera que amanezca tibia y sin lluvia, tener el honor de estrecharles la mano y compartirles mis sentimientos. .
Ante el binomio de su testamento, obviamente que todos somos remplazables, que alguien asumirá responsabilidades, puesto que, sobre las horas en la línea del ciclo solo seremos simple evocación, aunque sus aportes altruistas o tangibles, con fundamentos en la defensa del Magisterio Nacional, contará y se quedará por siempre, para siempre y hasta siempre con sus admirables seguidores y la escuela de discípulos que dignamente sembró; usted jamás se irá de este mundo mientras lo tengamos en nuestro recuerdo, pues no se muere quien se va, sino quien es olvidado. .
Imposible que desaparezca fácilmente de la órbita educativa, menos aún y en la reiteración, el periódico MAESTROLegal y ASLEYES, pilares que se mantendrán incólumes, como templos de apoyo y ayuda al servicio de la labor docente. .
Bueno, y acudiendo una vez más al viaje irreversible, pues es una realidad que nadie sabe a ciencia cierta la mala hora del vuelo sin destino; vamos, a regañadientes, a aceptar que solo su partida es un cambio de hospedaje en donde muy pronto, también nosotros seguiremos la ruta de las sombras, ah, porque la noche sin final es una sombra oscura, un arcano donde se recuesta el amor, mi estimado José Eduardo; y volviendo a los misterios del silencio eterno, honorable soñador que vivió para el cambio, en las constelaciones de otros mundos posibles nos encontraremos en la ruleta del tiempo. .
De todas maneras, siempre será demasiado temprano para abandonar la vida, aunque los buenos abogados y defensores a ultranza de los educadores, nunca, nunca mueren, ellos son hijos de la inmortalidad. Buen viaje.