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Las mujeres de los libros y en los libros

A lo largo de la historia, los libros han sido un reflejo sobre cómo las mujeres hemos habitado el mundo. Sus páginas han dado vida a innumerables personajes femeninos inspiradores: valientes heroínas y mujeres revolucionarias que desafiaron las normas de su tiempo. Sin embargo, también han retratado a aquellas cuyas luchas no fueron suficientes para liberarlas de las imposiciones del patriarcado, dejando cicatrices en sus cuerpos y heridas profundas en sus almas.

La literatura ha retratado tanto los estereotipos femeninos como los silencios impuestos a las mujeres, revelando las estructuras de poder de cada época. A lo largo de los siglos, muchas obras han reducido a las mujeres a figuras secundarias, presentándolas como simples musas, esposas devotas o madres abnegadas cuya existencia gira en torno al deseo masculino. Ejemplo de ello es Madame Bovary de Gustave Flaubert, donde Emma Bovary es castigada por anhelar una vida fuera de los márgenes impuestos a las mujeres casadas. Inspirada por las novelas románticas que lee, sueña con una existencia apasionada e idealista, pero, insatisfecha con su realidad, busca el amor en una relación extramatrimonial mientras acumula deudas que no puede pagar. Atrapada en la desesperación, termina quitándose la vida, como si su transgresión no pudiera tener otro desenlace.

Por otro lado, en Anna Karenina de León Tolstói, el destino de la protagonista funciona como una advertencia sobre las consecuencias de transgredir las normas sociales. La novela narra la trágica historia de Anna, una mujer de la alta sociedad rusa que infeliz en su matrimonio inicia un romance con un conde. Su relación la condena al rechazo social y al distanciamiento de su hijo. Consumida por los celos y la desesperación, termina suicidándose al arrojarse a las vías del tren. La historia contrapone la pasión destructiva de Anna con la búsqueda de equilibrio de Levin, explorando el amor, la moral y el papel de la mujer en el siglo XIX. Sin embargo, el desenlace deja en evidencia una dura realidad: para Anna, el precio de desafiar el orden establecido fue mucho más alto.

Además de los estereotipos, también se encuentran los silencios; mujeres borradas de la narrativa, ausentes como protagonistas o creadoras. Durante siglos, muchas escritoras se vieron obligadas a publicar bajo seudónimos masculinos, como George Eliot (Mary Ann Evans) o las hermanas Brontë, para que sus obras fueran tomadas en serio. Otras, como Sor Juana Inés de la Cruz, enfrentaron la censura y el desprecio por atreverse a desafiar el conocimiento reservado a los hombres.

Sin embargo, la literatura también ha sido un espacio de resistencia. Escritoras y personajes han logrado romper con estos moldes, mostrando la complejidad de las mujeres más allá de los estereotipos impuestos. Desde Alfonsina Storni hasta Simone de Beauvoir, pasando por las voces de autoras como Virginia Woolf o Annie Ernaux, la poética literaria se ha convertido en un territorio donde las mujeres pueden contar sus propias historias y reclamar su lugar.

Una obra que todas las mujeres deberíamos leer es Una habitación propia de Virginia Woolf. Este ensayo feminista analiza el papel de la mujer en la literatura, y parte de conferencias universitarias en las que Woolf sostiene que, para escribir y desarrollar su creatividad, una mujer necesita independencia económica y un espacio propio. A lo largo del texto, la autora expone cómo las mujeres han sido excluidas de la educación y la producción intelectual, utilizando como ejemplo a Judith Shakespeare, una hermana imaginaria del dramaturgo, para ilustrar la falta de oportunidades. Con una crítica contundente al patriarcado, el ensayo defiende la autonomía femenina y sigue inspirando a las mujeres a reclamar su lugar en la literatura y en la sociedad.

Otra de esas obras que recomiendo no saltarse es El acontecimiento de Annie Ernaux, es un relato autobiográfico sobre su experiencia con un aborto clandestino en la Francia de los años 60, época en la que era ilegal. Siendo una joven universitaria de origen humilde, enfrenta el estigma social y la indiferencia del sistema, recurriendo a un aborto en condiciones riesgosas. La obra refleja la soledad, el miedo y el dolor de esta experiencia, denunciando la opresión que sufren las mujeres en sociedades donde esta práctica no es legal ni segura. Con un estilo preciso y directo, El acontecimiento trasciende lo personal para convertirse en un testimonio de la lucha por los derechos reproductivos.

Pienso que en el Día Internacional de la Mujer es fundamental reconocer y celebrar a las mujeres de los libros, las escritoras que han marcado la historia literaria y aquellas que siguen abriendo caminos; y a las mujeres en los libros, esos personajes que han encarnado luchas, sueños y resistencias. A través de sus historias, la literatura no solo nos permite imaginar otros mundos, sino también comprender y transformar el nuestro.

También me gustaría celebrar en esta fecha el acceso de las mujeres colombianas a la educación universitaria a inicios del siglo XX. Un hito clave ocurrió en 1935, cuando Gerda Westendorp Restrepo fue la primera mujer en ingresar a medicina en la Universidad Nacional de Colombia. No obstante, este avance, el acceso de las mujeres a la universidad fue limitado en sus inicios y estuvo marcado por prejuicios de género. No fue sino hasta mediados del siglo XX, con la expansión de los derechos civiles y educativos, que la presencia femenina en la educación superior comenzó a crecer significativamente. Hoy en día, las mujeres representamos una buena parte de la población universitaria en Colombia, aunque persisten desafíos en cuanto a equidad en ciertas áreas del conocimiento y en posiciones de liderazgo académico y profesional.