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La imagen del profesor en el cine: entre el ideal y la realidad.

El séptimo arte, en tanto espejo cultural y social, ha sido un escenario recurrente para explorar la figura del profesor. En la pantalla grande, este personaje suele encarnar un símbolo ambiguo: a veces, presentado como un mentor inspirador que desafía las estructuras escolares en beneficio de los estudiantes; otras, como una persona real que enfrenta conflictos con esas mismas estructuras y se encuentra atrapado entre las dificultades de la academia y los desafíos de su propia existencia.

Así, el cinematógrafo sobre profesores despliega a unos maestros con los que podemos identificarnos o distanciarnos, llevándonos inevitablemente a reflexionar sobre cómo, en términos generales, el séptimo arte —especialmente en los géneros del drama y la comedia— representa a los docentes, en particular a aquellos que enseñan humanidades, artes y literatura. Desde esta perspectiva, no olvidamos que el cine es arte y que sus historias pueden ser ficticias; sin embargo, asumimos que actúa como un espejo de la realidad social, donde los géneros mencionados sitúan a los personajes en situaciones límite en las que podemos reconocernos.

Basándose en la teoría del cine como espejo de la realidad social, resulta evidente que este medio nos permite leernos a nosotros mismos en sus narrativas. Esta teoría ofrece a los investigadores una justificación para considerar que, aunque sea un lenguaje artístico, nos representa y configura. Como señala Rodrigo Argüello: “El arte debe aproximar a la gente a una realidad que, a veces, los ojos y la cotidianidad misma no nos dejan ver”.

En este punto, me gustaría recordar las clases del profesor Jirafales en la emblemática serie de televisión mexicana El Chavo del 8. Una típica clase del maestro comienza con su esfuerzo por impartir conocimiento, enfrentándose al desorden característico de sus estudiantes. Pronto, la situación se convierte en un torbellino de interrupciones del Chavo y de Quico, quienes discuten por nimiedades, Ñoño se distrae con la comida, la Chilindrina hace travesuras, y Popis, con su peculiar tono de voz, añade aún más confusión. A pesar de los intentos del profesor por recuperar el control, su paciencia rápidamente se agota debido a los errores y las respuestas disparatadas de los escolares. Finalmente, la clase termina siendo un reflejo cómico de un aula dominada por el caos y la anarquía.

No obstante, en películas emblemáticas como La Sociedad de los Poetas Muertos (1989), el profesor Keating encarna el ideal romántico del mentor revolucionario, aquel que inspira a sus estudiantes a “aprovechar el día” y encontrar su voz individual. Sin embargo, este arquetipo heroico también puede ser una trampa, pues el cine, al mitificar al docente como un guía casi mágico, omite las complejidades reales del aula: el trabajo diario, las limitaciones institucionales y las luchas personales de los profesores. Me atrevería a decir que tal retrato contribuye a generar una expectativa irreal que puede resultar frustrante para quienes ejercemos esta profesión.

En este contexto, el maestro inspirador representa un estereotipo poco realista en la vida cotidiana. Este personaje, que además se caracteriza por su integridad moral, asume como misión rescatar a sus estudiantes de la oscuridad de las calles, la violencia, las pandillas y las drogas. A través de la literatura y el conocimiento, busca guiarlos hacia un mundo nuevo, lleno de sueños y convivencias. Estos maestros, vistos como mártires del sistema, se enfrentan a él sin miedo, desafían el plan de estudios, consiguen trabajos adicionales para apoyar a sus alumnos y, a menudo, llevan vidas solitarias o enfrentan divorcios, sacrificando su existencia personal en pos de la liberación de sus estudiantes. Ejemplos notables en tal sentido son las películas Escritores de la libertad (2007), Matilda (1996) y Mentes peligrosas (1995).

No obstante, películas como Half Nelson (2006) o incluso la serie Mare of Easttown (2021) presentan figuras docentes más humanizadas, donde las imperfecciones y conflictos internos del profesor forman parte integral de la narrativa. Aquí, el docente ya no es un ser idealizado, sino alguien que se enfrenta a las tensiones entre su pasión por enseñar y las adversidades de su vida personal. Por ejemplo, Entre los muros (2008) es una película francesa dirigida por Laurent Cantet que retrata un año escolar en una escuela secundaria de un barrio multicultural de París. La historia sigue al profesor François Marin, quien enseña lengua y literatura a un grupo de adolescentes diversos y desafiantes. La película explora los conflictos y tensiones dentro del aula, mostrando cómo las diferencias culturales, sociales y generacionales influyen en las relaciones entre el maestro y sus estudiantes. A lo largo del filme, François intenta crear un espacio de diálogo y aprendizaje, pero su paciencia y métodos son constantemente puestos a prueba por la actitud rebelde y las complejas realidades de los jóvenes.

Esto implica que, en algunas historias, los profesores son retratados de manera más realista. Lejos de ser figuras ideales, no siempre logran evitar que sus estudiantes sean expulsados, enfrentan problemas en sus clases y deben lidiar con disturbios. Las cosas a menudo no salen como se planean; no logran hacer la escuela más atractiva para sus alumnos ni mantener alejados los problemas familiares y sociales que inevitablemente afectan la vida escolar. Estos maestros no crean falsas ilusiones ni presentan una visión poetizada de la realidad.

En este grupo de películas donde el maestro es retratado de manera más realista, se abordan incluso conflictos relacionados con su sexualidad. En The History Boys (2006), Héctor es un carismático y excéntrico profesor de literatura clásica en una escuela británica, que se dedica a enseñar más allá de los exámenes, con el objetivo de liberar y enriquecer las mentes de sus estudiantes. Desafía el sistema educativo y fomenta el pensamiento crítico, pero su cercanía con ellos y su afecto pueden ser malinterpretados. Además, sufre profundamente por la represión de su sexualidad, lo que añade una capa de complejidad a su personaje y genera tensiones con la administración escolar, amenazando tanto su carrera como su vida personal. Este filme resulta valioso porque plantea que la condición sexual del maestro no debería influir en su enseñanza, aunque deja claro que esta característica trasciende el aula, complicando las relaciones con el resto de la comunidad educativa.

En definitiva, el cine ha jugado un papel crucial en la representación del maestro, ya sea como un modelo idealizado o como una figura más realista y compleja. Las películas y series que abordan la figura del docente, especialmente en el ámbito de las humanidades, nos invitan a reflexionar sobre las dificultades y desafíos inherentes a la enseñanza, sin perder de vista las luchas internas y las realidades personales de los educadores. A través de estas representaciones, el séptimo arte no solo refleja nuestra percepción de los maestros, sino que también nos confronta con los dilemas sociales, culturales y emocionales que enfrentan tanto los docentes como sus estudiantes, mostrando la educación no como un proceso lineal y sin obstáculos, sino como un campo dinámico lleno de tensiones, sacrificios y, en muchos casos, contradicciones.