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"Lo único que prevalece es el cambio". Salud maestros.

La idea de mi parte esta vez, y le pido a las alturas o a quienes tienen el compromiso de cuidarnos, velar y brindarnos la mejor salud en la plataforma de los centros destinados para este fin, muchas garantías, en asuntos del bienestar, pero esencialmente clamo porque nadie de mis colegas maestros se enferme, pues es demasiado deprimente andar como nómadas por corredores y pasillos visitando consultorios de galenos y recibiendo regaños por descuido y, de manera análoga, escuchando recomendaciones y reclamando aquí y allá recetas de los especialistas. Imploro al Maestro de maestros para que ustedes, todos, lleguen a los 70, firmes como robles de otoño, con el físico de los ciclistas, sobrados de pura fibra, bien atléticos, y buscando en cada momento pedagógico ganarle la carrera a las vicisitudes del tiempo, aunque lo dice el populacho, después de los 50, si a uno no le duele nada es porque está muerto, Sagrado Rostro.

Y es que no vale la pena vivir cercanos a la edad del cóndor, con dolencias arriba, abajo, menos en el centro y peor aún, más peligroso, por ahí en la orilla izquierda donde se anida nuestro vibrante y amoroso corazón de las querencias. Eso de estar convaleciente no paga, y para la muestra un ejemplo: a mí me duelen las uñas, el pelo, las pestañas, con perforaciones en la piel ajada por las innumerables tardes salpicadas de sol, varias laceraciones en las paredes del alma, y sobre mi pobre espíritu, a diario se le rompe una que otra cuerda, las mismas fibras invisibles que en cualquier instante me aventarán aún no sé dónde y hasta me llevarán o me esconderán los míos, asuntos de la propia naturaleza, al centro de los principios, en esta geografía planetaria.

Pero bueno, el tema de ahora sobre la mesa, son los cambios de atención médica y proveedores, Fiduprevisora-Fomag, que se vienen dando para la prevención o atacar males mayores. A veces, por entretenernos en el ejercicio misional, no hacemos la pausa en los lápices y en lugar de mirar hacia adentro, estar pilas a los llamados de nuestra cuasi perfecta máquina humana, dejamos que las enfermedades avancen y es cuando nacen los problemas. Acudiendo a la camándula, tengan en cuenta las palabras de la madre Teresa de Calcuta: "Cuando los frutos no se recogen a tiempo estos se pudren, y a su vez, cuando las dificultades no se combaten oportunamente los conflictos crecen", entonces, apreciados docentes con alegrías de primavera, a cuidar la mayor y la mejor riqueza que nos brinda la vida, la bendita salud.

Respecto a lo que viene sucediendo, lo siguiente: las permutas generan trastornos, modificaciones, nuevos hábitos, en fin, desde mi modesto entendimiento y creo que, para todos los docentes, lo ideal es que progresen las alternativas de innovación, con eficiencia en los servicios, buen recurso humano y una magnifica calidad en los químicos farmacéuticos para combatir de tajo las dolencias, propias en el trajín de los esfuerzos de nuestro quehacer educativo.

Vamos a tener otra gotita de paciencia, flexibilidad y tolerancia, pero estemos alerta y sin permitir más engaños. La espera es una manera de vencer, de lo contrario, de no darse las mejoras, caerán rayos y centellas, levantaremos la voz de la protesta y emprenderemos unas cuantas caminatas por las calles descalzas en un mundo vacío y a veces atiborrado de incomprensión y escasa solidaridad para el gremio.

En lo personal, ya pasé por los novedosos lugares dispuestos para responder por mis flaquezas. Referente a lo físico, estructuras bonitas y elegantes, aunque estrechas. Me atendieron como uno más, normalito, obviamente saltando del consultorio a varias droguerías. Estoy a la espera de una intervención quirúrgica, otra y ahí sí me tienen con la paciencia reventada, distinta a la que profesaba el sabio Job, pero, y no paso de agache, censuro de algunos de mis compañeros su regular comportamiento y la mala educación, con poca cultura, suficiente indisciplina, noveles y antiguos del sindicato que llegan a estos espacios hospitalarios como si entraran a un mercado persa: hablando a gritos, recibiendo folclóricamente llamadas con esos computadores pequeñitos pegados a las orejas, de escandalosos timbres anunciando vallenatos, la música popular, sin que se escuche suavemente una melodía clásica o cualquier pieza instrumental, delicada y placentera. Son colegas distinguidos por bulliciosos en su feria de la algarabía y con normas no muy propias al lugar de los encuentros, donde debe prevalecer el silencio, la quietud y el respeto por las diferencias.

Una cosa es el inconformismo dado a las desatenciones, otra muy distinta es la falta de buenos modales, y reitero, en recintos dispuestos a guardar la bendita prudencia, credencial nuestra y carta de presentación, ante el público como pedagogos, que debe ser hasta cierto punto, la elegancia, mesura y el pudor. A estos colegas díscolos los invito a desempolvar la "Urbanidad de Carreño, Manuel Antonio", el venezolano erudito, porque bien vale la pena pregonar la alegría y el dinamismo que se necesita mantener en las aulas de clase a pesar de las dificultades cotidianas, pero, un asunto diferente es la de acudir al anarquismo y el desorden con manifestaciones colectivas, esas pobres conductas por las que muchas personas frecuentemente nos censuran. Dejo sobre estas letras mi desafortunado malestar, así se sonrojen los culpables, aunque es mi deber hacerlo y, para tal fin, acudo a las palabras del poeta: "Le tengo rabia al silencio por lo mucho que perdí".