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El gran legado de un líder social

El pasado 28 de octubre de este año, por un problema de salud inesperado, murió en Pasto José Eduardo Ortiz Vela, abogado defensor de derechos humanos. De las múltiples y complejas facetas de su interesante y fructífera vida personal, familiar, profesional y comunitaria, quiero destacar su dimensión de liderazgo social.

¿Qué es un líder social y porqué su importancia?
Desde las antiguas civilizaciones hasta nuestros días han existido personas con capacidad de influir en la vida de los demás, para inspirar y guiar determinadas acciones o procesos transformadores. Se han identificado 21 cualidades que pueden caracterizar el liderazgo (Maxwell, 1999): carácter, carisma, compromiso, comunicación, capacidad de trabajo, valentía, discernimiento, concentración, generosidad, iniciativa, creatividad o innovación, capacidad de escucha, pasión en sus emprendimientos, actitud positiva frente a cualquier dificultad o reto, capacidad para solucionar o enfrentar problemas, capacidad de generar adhesión, responsabilidad, seguridad o confianza en sí mismo, autodisciplina, capacidad de servicio, disposición de aprendizaje o visión de futuro.

Entre los diferentes tipos de líderes se encuentran los líderes sociales y defensores de derechos humanos. Son personas que optan por la defensa, promoción, respeto o protección de los derechos humanos, las libertades fundamentales o los bienes comunes y trabajan por la eliminación de violaciones o atentados contra esos derechos o intereses en el plano nacional, regional o local (ONU, Asamblea General, 1998). Por su vocación de transformación de la realidad, los líderes son muy importantes para sociedades en conflicto o en consolidación democrática. Por esto, en muchos casos están expuestos a graves riesgos contra su vida o su integridad, como sucede en Colombia con tantos líderes y lideresas sociales y ambientales.

A la pregunta si la capacidad de liderazgo es innata o adquirida, se afirma que en algunos casos pueden existir factores espontáneos de liderazgo y en otros adquirida por la fuerza de las circunstancias, la sensibilización social o la indignación ante situaciones de injusticia. Son muchos ejemplos en nuestro país en donde han surgido líderes y lideresas que soportaron dolorosos agravios personales y, en una reacción positiva, se convirtieron en agentes de cambio a nivel colectivo, con altruismo y valentía.

¿Se hace camino al andar?
José Eduardo Ortiz Vela nació en La Unión (Nariño), en 1963, tierra promisoria de uno de los más grandes poetas contemporáneos Aurelio Arturo y a quien tanto admiraba José Eduardo. Tras perder tempranamente a sus padres y con el apoyo de sus abuelos y familiares ingresó a la Universidad de Nariño y se graduó como abogado. A finales de la década de los años 80, Colombia vivía una época de gran convulsión social e inestabilidad institucional. Había fracasado el primer intento serio de negociación política con los grupos insurgentes; organizaciones criminales del narcotráfico desataban una escalada de violencia en contra de la población civil y como presión al Estado; irrumpía con gran fuerza el paramilitarismo y el exterminio de la Unión Patriótica; y el congreso de la República afrontaba graves problemas de ilegitimidad y corrupción. Se requerían con urgencia cambios institucionales, pero no había voluntad política para realizarlos.

En este escenario el joven abogado Ortiz Vela fue uno de los promotores y protagonistas del “Primer Foro de Reforma Constitucional y Derechos Humanos” realizado en su ciudad natal en 1989. Ya se vislumbraban sus dotes de liderazgo crítico. Se especializó en derecho administrativo y en administración pública. Luego del acuerdo de Paz del gobierno nacional con el movimiento subversivo M-19, se abrió en el país una gran esperanza de salida democrática, incluyente y participativa, que culminó con una Asamblea Nacional Constituyente que expidió una nueva Constitución en 1991. Ese proceso no fue fácil, pero contó con el entusiasmo y la fuerza de una generación de jóvenes que se sintieron protagonistas de un gran proceso de cambio. A nivel regional, José Eduardo fue partícipe de este proceso y su militancia en la Alianza Democrática M-19 lo llevó a representarla, como un hecho político inédito, como Secretario de Educación Departamental de Nariño. Se recuerdan sus intervenciones ante la Asamblea Departamental al reconocer con franqueza la inoperancia y desgreño administrativo hacia la educación pública, y problemas de corrupción y clientelismo en el nombramiento y traslado de profesores. Esta fue una oportunidad propicia para conocer de cerca la situación de precariedad e inequidad del sector educativo, especialmente de las zonas más alejadas de los centros urbanos, lo cual lo marcó para siempre en su trabajo posterior de liderazgo.

También fue Secretario de Tránsito y Transporte Municipal de Pasto y Delegado de la Registraduría Nacional en los departamentos de Guaviare y Caquetá. Esta fue otra oportunidad de formación y conocimiento de la Colombia profunda que le inspiró una visión de trabajo nacional, pero enfocado a las regiones más apartadas y menospreciadas del país.

¿A la defensa de los derechos humanos del sector educativo?
Luego de grandes cavilaciones que tuvo José Eduardo de si se vinculaba a la militancia política para aspirar a destacados cargos o funciones de representación popular, con la pasión y entusiasmo que lo caracterizaban, optó finalmente por un camino difícil, incierto y complejo que lo proyectó a nivel nacional y al reconocimiento y afecto de los sectores sociales más desprotegidos. En el año 2000, con su entrañable amigo el abogado Carlos Humberto Quispe y la abogada Amanda Acosta fundaron ASLEYES, como una organización especializada en asesorar jurídicamente al magisterio colombiano. Inicialmente, fue una pequeña oficina en Pasto cuyos reducidos integrantes comenzaron a posicionarse con sacrificio, transparencia, creatividad y disciplina en logros significativos de defensa de los derechos laborales y pensionales del sector educativo. Luego, el emprendimiento se fortaleció y les permitió crear otros centros de asesoría en Cali, Bogotá y Bucaramanga. Es significativo el lema como anuncian sus servicios: “Solo cobramos honorarios, si nuestros resultados jurídicos te son favorables”. Puede molestar a algunos bufetes de abogados cuyo propósito central es el enriquecimiento. En contrapartida el equipo de ASLEYES ha ganado una destacada legitimidad y reconocimiento social nacional.

Son innumerables los logros jurídicos que ASLEYES ha conseguido ante jueces y Altas Cortes (Consejo de Estado y la Corte Constitucional). En muchos casos ha propiciado importantes precedentes jurisprudenciales de reconocimiento y fortalecimiento de los derechos laborales, especialmente de las personas más desprotegidas. Uno de estos sectores vulnerables es, sin duda, los ancianos o discapacitados que afrontan difíciles situaciones de pobreza y marginalidad y que tienen la esperanza que alguien lleve su vocería en reclamo de sus derechos. De tantos casos, sobresale por su dimensión humana el caso conmovedor de una mujer pobre, víctima de discriminación y a quien las instituciones públicas le negaban sus derechos. Cuando obtuvo una decisión favorable, tras un agudo pleito judicial, acudió presurosa a la oficina de los abogados Ortiz Vela y Quispe a notificarse. Al oír la decisión, sin mediar una palabra, se acercó torpemente a los abogados y los abrazó. “Es que quería tocarlos”, les dijo. Era una persona invidente.

¿Un medio de comunicación para educar en derechos?
Bajo la convicción del papel primordial de la educación para la construcción de democracia y ciudadanía, y la necesidad de educar en derechos humanos laborales, en 2005 nació este periódico: “MAESTROLegal” bajo la dirección del abogado Ortiz Vela. Fue una decisión de alto riesgo que exigía un gran esfuerzo para mantenerse y posicionarse como un órgano de información y de expresión de alta calidad en materia jurídica. Inicialmente, fueron periódicos exclusivamente impresos y de edición reducida que se convirtieron rápidamente en fuente de consulta. Es anecdótico que eran fotocopiados clandestinamente y vendidos en puesto de revistas de Bogotá. Hoy llega a la meritoria edición No. 111 no solo impresa sino virtual, con el uso de las mejores tecnologías. Se augura una larga vida.

¿Un liderazgo para la posteridad?
La pronta y dolorosa partida de José Eduardo nos sorprendió con desasosiego y desconcierto. Su vida fue intensa en experiencias vitales y supo disfrutarla y valorarla. Hasta el último momento estuvo preocupado por el futuro de sus logros y del país. Sus hijos heredan un meritorio legado que es preciso continuar y fortalecer. Y el valioso equipo de trabajo sabrá corresponder con la fuerza necesaria a los nuevos retos.

Este líder social y defensor de derechos humanos será recordado siempre como ejemplo generoso, valiente y entusiasta para que Colombia se transforme en un territorio más justo, más grato e incluyente.

Referencia bibliográfica: Maxwell, J. C. (2000), Las 21 cualidades indispensables de un líder, Editores Caribe-Betania, Nashville.