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Todo me traspasa, todo me rompe ¿Cómo prodigarle afecto a la generación de cristal?

La “generación de cristal” es una expresión con la cual se describe a los nacidos entre los años 1990 y 2010, también conocidos como “Millennials” o “Generación Z”. Parece que el término tiene una connotación crítica que sugiere que estos jóvenes son especialmente frágiles o sensibles y que no toleran bien las críticas o las dificultades; mejor dicho, “todo los traspasa, todo los rompe”. De cualquier modo, es una declaración metafísica como el signo zodiacal o el horóscopo chino, con la cual se sugiere que dicha camada ha crecido en contextos más protegidos y cómodos, y con un acceso amplio a la tecnología, lo que supuestamente les habría hecho menos resistentes a las adversidades. Es así como se comenta que tienen una mayor tendencia a ofenderse por expresiones o situaciones que otras generaciones podrían considerar menores, y que buscan evitar cualquier forma de incomodidad o conflicto.

Ahora bien, sin ambages, me parece que, aunque hayan nacido en la era de mayor desarrollo tecnológico, muchos de ellos son analfabetos digitales. Y no lo digo porque no puedan crear un blog o abrir un correo electrónico y navegar por las redes sociales. Me parecen iletrados porque no son críticos con la información que encuentran en la web, no saben para qué sirve un diccionario y tampoco lo usan, confunden expresiones como “del actor” con “delator” porque no diferencian el sonido de las palabras y no tienen acervo cultural cuando en internet hay cientos de enciclopedias.

Muchas personas piensan que el término “generación de cristal” es despectivo y simplista, ya que generaliza y desestima las diversas experiencias y perspectivas que tienen los individuos de dicha generación. Además, que la “fragilidad” percibida puede también reflejar una mayor conciencia y rechazo de conductas dañinas y una notable sensibilidad hacia temas de justicia social en una búsqueda activa por un trato más respetuoso y equitativo. Pero ¿qué pasa cuando estos jóvenes son hipersensibles? No hay humor, no hay metáfora, no hay lugar para otros discursos ni para nuevas ideas, pues solo las propias tienen valor.

En los últimos años he venido observando que la progenie de maestros a la cual pertenezco se está distanciando de la generación de nuestros estudiantes. Los chistes del maestro están vetados porque podrían herir a alguien de la clase. Henri Bergson subrayó que “el mayor enemigo de la risa es la emoción”, esto quiere decir que podemos reírnos de una persona que nos inspire piedad o incluso ternura, porque por unos instantes olvidaremos la simpatía y acallaremos la compasión. Solo así podemos bromear ante una caída inofensiva de nuestra madre, o de un hermano al golpearse el dedo meñique contra la cama, incluso podríamos reírnos de un niño cuando se le caen los dientes de leche o de un estudiante que responde que Napoleón murió en su última batalla.

Lo cierto es que los jóvenes a quienes todo los traspasa, todo los rompe, se molestan si los maestros no les damos la razón en alguna causa feminista que consideramos absurda, o cuando decimos no estar de acuerdo con el lenguaje inclusivo o en ideas de género que apoyan a las mujeres trans que aseguran ovular. Hace poco noté que una de mis estudiantes de teatro tapaba su cuerpo con suéteres aun en medio del sol de las tres pm. Le dije que debe sentirse hermosa en su clase de expresión corporal para que pueda hacer todos los ejercicios que propone el curso. Como la noté tan preocupada por aprobar esa asignatura, le pregunté cuántos años tiene, ella me respondió que 17 y agradeció mi consejo. Días después escuché que una compañera suya hizo un chiste en el pasillo “la profe MC le dijo a V que es muy hermosa y le preguntó cuántos años tiene”. Afortunadamente no fui la única docente en el chiste y aún no se ha activado el código violeta en la universidad por este caso.

Un profesor de danza folclórica le dijo a una estudiante que parecía con una varilla en la columna al intentar cualquier movimiento. La estudiante propuso que debía referirse a estas dificultades con términos técnicos del tipo “Entre los síntomas de la afección de tu columna vertebral, podrían incluirse entumecimiento, hormigueo y dolor en el cuello, la parte baja de la espalda, los brazos y las piernas”, por eso no logras bailar mejor. Yo no sé qué habría pasado si el profesor le hubiera dicho “pareces epiléptica en discoteca”; supongo que en tal caso la estudiante habría demandado cambiar la expresión por “La epilepsia ocurre cuando los cambios en el tejido cerebral hacen que el cerebro esté demasiado excitables o irritables”.

De cualquier modo, ¿cómo prodigarle afecto a una generación de cristal que se molesta con expresiones como “Giselle estás muy linda”? Tal fue el caso de una consumidora de StarbucksMex cuando un barista le dejó esa frase en su taza. La mujer se quejó en las redes diciendo: “Ya ni siquiera puedo pedir un café sin ser acosada, por favor eduquen a su personal y que ninguna mujer vuelva a llorar de impotencia como yo”. En este punto, algunos podrían sugerir que a los jóvenes no debemos decirles nada sobre su aspecto físico, pero también otros podrían reprocharles a los maestros que la tarea de educar se hace con amor. ¿Entonces con amor, pero sin adjetivos?

Aparentemente, como expone la psicóloga de Cepsim, “la gente está constantemente en guardia, hay opiniones cada vez más polarizadas y eso hace que cualquier comentario o conducta que vaya en contra de nuestros valores se interprete como una ofensa personal y provoque una reacción que puede llegar a ser agresiva”; al respecto señala que las principales protagonistas son las redes sociales.

De cualquier modo, para los docentes es muy difícil dejar de utilizar adjetivos valorativos tales como “eres muy valiente, sensible, especial, capaz, único, talentoso, brillante, creativo, etc.”. La palabra especial, en particular, está mal vista y ni qué decir de utilizar bello o precioso. Señor maestro de lenguaje, olvídate de enseñarles que el término piropo, según el Diccionario de la Real Academia Española, proviene del latín pyr?pus, y este a su vez del griego ???????, es decir “piedra fina de color rojo fuego”; porque les parecerá absurdo que el origen de este se vincule con una piedra y pensarán que intentas decir otras cosas con el color rojo, que en general se asocia con el sexo, el amor o la sangre.

Me dirán exagerada, pero deseo recordarles que un caso sorprendente ocurrió en Egipto, donde un hombre de la tribu beduina fue gravemente acusado de decir “palabras buenas” a una mujer. En efecto, por el simple hecho de decirle un piropo fue condenado a que se le cortase la lengua; afortunadamente le conmutaron la pena por el pago de 46 camellos. Una situación similar ocurrió en Medellín, cuando un hombre emitió un piropo a una chica, lo que causó un tiroteo en la central mayorista de esa ciudad. Recientemente un grupo de mujeres en Colombia se reunió para promover una ley que castigue a los hombres que digan piropos.

En resumen, la “generación de cristal” es una etiqueta controversial que critica la supuesta sensibilidad extrema de los jóvenes actuales, aunque muchos argumentan que esta también puede ser vista como una fortaleza en su lucha por una sociedad más justa y empática. Señores estudiantes, recuerden que los maestros solemos estar de su lado, pero francamente la susceptibilidad con el lenguaje a veces termina siendo absurda. Piensen también en que el arte no moraliza, por lo cual si elegimos un texto para la clase no siempre intentamos revictimizar a las mujeres o a los niños maltratados. Volvamos a la época de la metáfora y de los juegos lingüísticos, que suele ser un lugar en donde se pueden crear imágenes e ideas.