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El realismo Pastuso y su aversión a Simón Bolívar.

Este artículo, escrito por el destacado profesor Eduardo Zúñiga Erazo, es una pequeña síntesis de su último libro publicado en el mes de marzo de 2023, titulado “El realismo Pastuso y su aversión a Simón Bolívar” en el que, de manera clara, amena y documentada, rescata la trascendencia de nuestro libertador en la independencia de nuestras repúblicas Bolivarianas, aclarando su papel en el difícil trance acaecido en la ciudad de Pasto en el mes diciembre de 1822, y que de manera malintencionada ha sido aprovechado por algunos para desacreditar el mérito y la grandeza del libertador.

Como refiere Zúñiga Erazo: “Emiliano Diaz del Castillo, en su obra ¿Por qué fueron realistas los pastusos?, consciente de las pasiones que se desatan cuando se aborda el estudio de la independencia a nivel local, concluyó: El tema del realismo de Pasto es difícil de tratar, hacerlo implica desafiar la incomprensión de muchos porque aún falta serenidad de espíritu y sobra patrioterismo tropical. Aspiramos que este texto sea leído con serenidad, sin prejuicios ni odios preconcebidos, como aconseja el doctor Díaz del Castillo, hacerlo sería muy útil para una mejor comprensión de la historia de Pasto”.

Invitamos a los educadores inquietos en aproximarse a estos aciagos acontecimientos de nuestra historia a investigarlos, repensarlos y contrastarlos continuamente para que sus alumnos los puedan asumir de manera crítica.

Pasto en la Independencia

Durante la Guerra de Independencia, Pasto fue realista radical por desconocimiento del Humanismo que cuestionaba la soberanía del rey y abogaba por la separación de poderes. En Pasto se creía que el rey era soberano por la gracia de Dios. No serle fiel era caer en pecado mortal y quedar expuesto a las llamas eternas del infierno. El pueblo jamás es soberano, afirmó el Cabildo y, para alentar la defensa del rey, aseguró que los patriotas eran ateos. La independencia era un asunto político y no religioso, por eso un alto número de obispos y clérigos apoyaron la causa patriota, y otro, igualmente numeroso, estaba a favor de la causa realista. Así, mientras el obispo de Quito, Cuero y Caicedo, hacía parte de la junta patriótica, el obispo de Popayán, Salvador Jiménez, exiliado en Pasto, predicaba: “Son herejes y cismáticos detestables, los que pretenden la independencia de España; así los que defienden la causa del rey, combaten por la religión, y si mueren vuelan en derechura al cielo.” (Restrepo José Manuel.)

Bolívar intenta llegar a Guayaquil

En 1820, Guayaquil proclamó la independencia. Amenazada la ciudad por Quito y Cuenca, pidió ayuda a Bolívar y San Martín. Los dos patriotas tenían un propósito adicional: el Libertador quería que Guayaquil hiciera parte de Colombia, en tanto que San Martín lo deseaba para el Perú. Bolívar envió a Sucre con 700 hombres por Buenaventura, pero cuando él quiso seguir la misma ruta, no pudo hacerlo porque, en ese momento, el mar estaba plagado de embarcaciones enemigas. No tuvo alternativa distinta que tomar la ruta de Pasto, bastión realista. Para evitar una confrontación, escribió a Basilio García pidiéndole que le permitiera el paso por la ciudad y, al obispo, solicitando hacer justicia “con respecto a nuestra religiosidad.” Les propuso una generosa capitulación que tampoco aceptaron. Nada conmovía a los pastusos. Sin otra opción, marchó al Sur y, en abril de 1822, combatió en Bomboná. Bolívar tomó el campo de batalla, pero su ejército quedó diezmado. Para rehacerlo se retiró al Trapiche (sur del Cauca).

Sucre logró que Guayaquil hiciera parte de Colombia y, además, derrotó, en 1822, en la batalla de Pichincha, a los realistas de Quito. En las capitulaciones firmadas con Aymerich, se incluyó la libertad de Pasto. Basilio García, el Cabildo, la élite y el clero le ocultaron al Libertador esta información. Aprovecharon el silencio para aceptar las capitulaciones propuestas por Bolívar, incluyendo puntos de su propia cosecha. Bolívar no les negó nada, por eso “consideraron que las capitulaciones estaban revestidas del carácter más filantrópico.” Ni siquiera modificó el cabildo y dejó a un pastuso como jefe civil y militar.

Satisfecho por lo alcanzado, desde Buesaco, lanzó esta proclama: “Pastusos. Vosotros sois colombianos, y por consiguiente sois hermanos. Para beneficiaros, no solo seré vuestro hermano sino también vuestro padre. Yo os prometo curar vuestras antiguas heridas; aliviar vuestros males; dejaros en el reposo de vuestras casas; no emplearos en esta guerra; no gravaros con exacciones extraordinarias ni cargas pesadas. Seréis, en fin, los favorecidos del Gobierno de Colombia.”

La Navidad Negra

No todo era color de rosa. El 28 de octubre de 1822, Benito Boves y Agustín Agualongo se tomaron la ciudad gritando, a viva voz: “¡Viva el rey! Abajo los enemigos jurados de la religión católica, apostólica y romana.” Bolívar se enteró del levantamiento en Loja, cuando se dirigía a Guayaquil a entrevistarse con San Martín. La noticia le causó desazón, pues la acción no se correspondía con la generosidad con que él trató a Pasto. A los quiteños les notificó: “La infame Pasto ha vuelto a levantar su odiosa cabeza de sedición, pero esta cabeza quedará cortada para siempre. Esta vez será la última de la vida de Pasto: desaparecerá del catálogo de los pueblos si sus viles moradores no rinden sus armas a Colombia, antes de disparar un tiro. Un puñado de bárbaros son nuestros enemigos.”

Encargó a Sucre acabar con la sedición. El Mariscal, desde Yacuanquer, el 24 de diciembre les ofreció la paz, con la condición de rendir armas y, de no hacerlo, entraría a fuego y sangre a la ciudad, la cual sería reducida a escombros. Ante la negativa entró mánu militáre. No perdonó a mujeres, ancianos y niños, incluso a quienes levantaban la bandera de la paz o se refugiaron en las iglesias. Por los hechos de crueldad cometidos por el batallón Rifles, por las deportaciones y los bárbaros castigos aplicados por Bartolomé Salom, en Pasto se generó una feroz animadversión en contra de Bolívar. Y, desde ese entonces, lo atacan lo muestran como enemigo nato de la ciudad, que no lo fue, hasta el momento en que se sintió traicionado.

El victimismo

La crueldad es propia de la guerra. La guerra a muerte declarada por los españoles y seguida por el Libertador como mecanismo de defensa, es una muestra de ello. Ante esto, en el análisis histórico es necesario analizar el contexto para no caer en el victimismo, término acuñado por el historiador Jorge Núñez Sánchez: “El regionalismo enfermizo -dice él- no se guía por la lógica de la historia, sino por la lógica de su rencor, construida sobre una mezcla de ignorancia, prejuicios, complejos e inconfesables apetitos, y alimentada siempre de victimismo.” A su vez, el escritor Juan Villoro recomienda no hablar desde la venganza, sino desde la comprensión.

La ciudad no puede seguir atada a la vieja ideología; hacerlo sería mantener la imagen del pastuso reaccionario e intransigente. El Pasto de hoy es distinto al del ayer, ha cambiado en todos los aspectos: cultura, comercio, arquitectura, relaciones sociales, está conectada al mundo a través de Internet y los mass media. La religión y la ideología también han cambiado: La vieja Iglesia, ubicada al lado de los poderosos, expiró y el comportamiento de los practicantes no se basa en la pobreza y el dolor, como se enseñó en otros tiempos. En política la forma de pensar y actuar, no es la de antaño, basta ver los resultados electorales de los últimos años.

Emiliano Díaz del Castillo en una de sus últimas obras señaló: “El tema del realismo de Pasto es difícil de tratar, hacerlo implica desafiar la incomprensión de muchos porque aún falta serenidad de espíritu y sobra patrioterismo tropical.” La educación, que ha sido pilar fundamental del cambio, debe contribuir al análisis de la historia regional desde la comprensión y no del odio, más en una sociedad violenta como la que vivimos. Como dice María Teresa Álvarez: “No hagamos de la intransigencia una virtud.”