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Entre la enseñanza y la pasión: un viaje de transformación docente



Mi historia

Desde muy joven, a la edad de 12 años, comencé a forjar mi camino hacia la enseñanza al cursar el tercero de bachillerato en la Escuela Normal para varones de Pamplona. Mis experiencias en la Normal fueron fundamentales, pero sin duda, la mayor influencia en mi formación fue mi madre, Lucy de Cárdenas, una profesora apasionada y dedicada.

Ella se convirtió en mi primer modelo a seguir. Juntos, elaborábamos los materiales que utilizaría en las clases, y cada sesión de preparación era como un juego para mí. Gracias a su apoyo incondicional, pude comprender la importancia de motivar a los alumnos antes de impartirles cualquier conocimiento. Mi madre me enseñó que el entusiasmo y la alegría son esenciales para que los estudiantes estén listos para aprender.

En esos momentos de aprendizaje práctico, me di cuenta de que no solo estaba siendo formado como maestro, sino que también estaba adquiriendo habilidades que abarcarían diversas facetas. Desde la oratoria y la actuación hasta el coaching y la consejería, todo lo aprendido me preparó para enfrentar los desafíos que la vida me presentaría.

A través de su guía, comprendí que la enseñanza va más allá de transmitir conocimientos; se trata de inspirar y transformar. Mi experiencia en la Normal, combinada con la sabiduría de mi madre, sentó las bases de mi carrera y mi vocación. Hoy, reconozco que la labor de maestra de mi madre fue fundamental en el inicio de este viaje, por lo que siempre le estaré agradecido por su influencia en mi desarrollo como educador.

El maestro es un desarrollador integral de los estudiantes. No solo imparte conocimientos académicos, sino que también fomenta valores fundamentales como el respeto, la empatía, la igualdad, la justicia y la consideración por los mayores, las jerarquías y la autoridad. Al cumplir 16 años y comenzar mi carrera docente, decidí adoptar un enfoque práctico, centrado en la realidad de Pamplona. Mi objetivo era adaptar las lecciones para que tuvieran relevancia en la vida cotidiana de los jóvenes, creando así un vínculo significativo con ellos.

Esta experiencia era maravillosa, aunque también presentaba retos, ya que algunos me veían como un niño y mis compañeros de trabajo aún me consideraban estudiante. Sin embargo, esta dualidad me permitió conectar de manera especial con mis alumnos y comprender sus necesidades.

Un aspecto clave de mi enseñanza era estimular el pensamiento crítico, alentando a los estudiantes a cuestionar el mundo que los rodeaba y a encontrar soluciones creativas a los desafíos que enfrentaban. Años más tarde, implementé el método IPLER, que fomenta la libertad de pensamiento en el aula y promueve un entorno donde el análisis y la discusión son esenciales. A través de este enfoque, lograba que los conceptos tratados en clase fueran discutidos y concluidos en conjunto, fomentando así un aprendizaje colaborativo y significativo.

Colombia era y continúa siendo un país con diversas realidades sociales. En aquel entonces, éramos más sensibles al dolor y la pena ajena, y los maestros nos esforzábamos por generar conciencia sobre temas fundamentales como la equidad, los derechos humanos y el impacto de nuestras acciones en la comunidad. Esta labor dejaba una huella profunda en los estudiantes, quienes, a su vez, continuarían transmitiendo esos valores a sus propios discípulos.

Ese niño que desde los 12 años se preparaba para enseñar se convertía en un aprendiz de temas de gran profundidad, los cuales se irían impregnando en su personalidad con el tiempo. Al igual que muchos maestros de nuestra región, nos transformaríamos en figuras que inspiran a los estudiantes a encontrar su propósito, a través de ejemplos personales y un diálogo abierto sobre los desafíos y oportunidades que enfrentan.

Los maestros hoy

Los maestros de la actualidad, formados en un contexto de violencia especialmente durante las décadas del conflicto armado, han sufrido un impacto significativo en su enfoque educativo. De esta experiencia ha surgido un modelo docente que se basa en la resiliencia. Estos educadores, de forma involuntaria o intencionada, fundamentan su enseñanza en habilidades emocionales y neurocognitivas que permiten a los jóvenes superar traumas y enfrentar adversidades.

Estos maestros desarrollan una sensibilidad particular para observar los traumas que sus estudiantes y sus familias han sufrido, buscando señales de angustia emocional o estrés. Promueven un ambiente seguro donde los niños se sientan amados, protegidos y escuchados. Su educación se centra en la construcción de la paz, fomentando la resolución de conflictos, el diálogo y el respeto por las diferencias.

Adicionalmente, estos educadores fortalecen los lazos de sus estudiantes con la comunidad mediante actividades que promueven la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Adaptan los contenidos académicos a la realidad social, analizando hechos recientes desde la perspectiva de los derechos humanos, la justicia social y la importancia del diálogo como elementos transformadores.

En una época en la que las figuras de autoridad son vistas con escepticismo o miedo, el maestro se convierte en un referente de confianza. Su labor es reparar la relación entre autoridad y sociedad, sembrando un guiño de esperanza hacia un futuro mejor y fomentando una mayor confianza en sí mismos entre sus alumnos.

La salud de los maestros

El bienestar de los docentes está estrechamente relacionado con las condiciones laborales y la calidad de las relaciones con sus pares, estudiantes y padres de familia. Entre las problemáticas más comunes que enfrentan se encuentran:

1. Afonía o Disfonía: Trastornos relacionados con el uso excesivo o inadecuado de la voz, que pueden llevar a fatiga vocal, irritación de las cuerdas vocales, nódulos o pólipos.

2. Estrés y Burnout: Agotamiento físico y mental debido a exigencias externas y autoexigencias, acentuadas por malas condiciones laborales.

3. Enfermedades Osteoarticulares: Resultantes de malas y prolongadas posturas.

4. Ansiedad y Depresión: Situaciones personales que se agravan ante desafíos y momentos de violencia escolar.

5. Alteraciones Visuales: Problemas provocados por el uso constante de computadoras y proyectores.

6. Fatiga Visual: Aumento de casos de fatiga visual entre los docentes debido al uso intensivo de tecnologías.

La complejidad del trabajo docente reside en que las condiciones laborales generalmente no son adecuadas y distan de proteger la salud física y emocional de los maestros.

Exigencias laborales y diferencias de género

Si bien hombres y mujeres enfrentan las mismas responsabilidades profesionales, las diferencias de género y los roles sociales tradicionales impactan de manera distinta en su experiencia. Algunas consideraciones son:

1. Carga Laboral Adicional para las Mujeres: Estas frecuentemente asumen la gestión del hogar y las tareas domésticas, lo que incrementa su estrés. Aunque algunos hombres colaboran, la mayoría de los educadores añade otro trabajo o se involucra en actividades fuera del horario escolar.

2. Expectativas Sociales y Profesionales: Las mujeres son asociadas más al apoyo emocional y la resolución de conflictos, mientras que los hombres son percibidos como figuras de autoridad, lo que puede llevar a una mayor representación en cargos de liderazgo, dependiendo del tipo de centro educativo.

3. Oportunidades de Ascenso: A pesar de que en Colombia hay más maestras que maestros, los puestos directivos son ocupados principalmente por hombres. Este fenómeno puede atribuirse a la doble carga laboral de las mujeres y a prejuicios de género que impactan sus posibilidades de ascenso.

4. Vulnerabilidad a la Discriminación y el Acoso: Aunque tanto hombres como mujeres pueden sufrir discriminación y acoso laboral, las mujeres son más vulnerables debido a la falta de políticas adecuadas para abordar y denunciar tales situaciones. Además, los hombres suelen enfrentar presiones para demostrar masculinidad y autoridad, lo que a su vez puede desencadenar estrés y mal desempeño laboral.

Conclusión

La educación es un proceso dinámico que trasciende la simple transmisión de conocimientos, buscando formar individuos íntegros y sensibles ante su realidad. En este contexto, la labor docente se convierte en un acto de amor y compromiso que impacta significativamente en las generaciones futuras y contribuye al desarrollo de comunidades más justas y equitativas. Es prioritario cuidar del bienestar de los maestros, asegurando que cuenten con las herramientas y el apoyo necesario para llevar a cabo su noble labor de manera efectiva.

Hoy he comprobado que mi espíritu de maestro ha sido colocado como un sello en mi ser. Pues todas estas enseñanzas las he puesto en práctica en mi rol como profesor en la formación de nuevos médicos en hospitales y universidades, en mi rol de formador de especialistas, en mi presencia para la educación a la población en la prevención del Accidente cerebrovascular y muchas otras actividades del área de la salud, las cuales he sido convocado para enseñar.

Mi paso por la Normal Nacional para Varones de Pamplona, marcó mi vida, formó mi carácter y mi personalidad y con gran orgullo como médico digo, soy maestro.